
¿Acaso resulta tan terrible no ser?
A fin de cuentas, durante tiempo no fuimos y eso no nos hizo sufrir en modo alguno. Tras la muerte iremos (en el supuesto de que el verbo “ir” sea aquí adecuado) al mismo sitio o ausencia de todo sitio donde estuvimos ( ¿o no estuvimos?) ANTES DE NACER. Lucrecio, el gran discípulo romano del griego Epicureo, Constató este paralelismo en unos versos merecidamente inolvidables:
"Mira también los siglos infinitos
Que han predicho a nuestro nacimiento
Y nada son para la vida nuestra.
Naturaleza en ellos nos ofrece
Como un espejo del futuro tiempo
Por último, después de nuestra muerte.
¿Hay algo aquí de horrible y enfadoso?
¿No es más seguro que un profundo sueño?"
De Rerum Natura”
Inquietarse por los años y los siglos en que ya no estaremos entre los vivos resulta tan caprichoso como preocuparse por los años y los siglos que aún no habíamos venido al mundo. Ni antes nos dolió no estar ni es razonable suponer que luego nos dolerá definitiva ausencia. En el fondo, cuando la muerte nos hiere a través de la imaginación ¡pobre de mí, todos tan felices disfrutando del sol y del amor, todos menos yo, que ya nunca más, nunca más…!
Es precisamente ahora que todavía estamos vivos. Quizá deberíamos reflexionar un poco más sobre el asombro de haber nacido, que es tan grande como el espantoso asombro de la muerte. Si la muerte es no ser, ya la hemos vencido una vez: EL DÍA QUE NACIMOS.
Es el propio Lucrecio quien habla en su poema filosófico de la mors aetern, la muerte eterna de lo que nunca ha sido ni será. Pues bien, nosotros seremos mortales pero de la muerte eterna ya nos hemos escapado. A esa muerte enorme le hemos robado un cierto tiempo los días, meses o años que hemos vivido, cada instante que seguimos viviendo y ese tiempo pase lo que pase siempre será nuestro, de los triunfalmente nacidos, y nunca suyo, pese a que también debamos luego irremediablemente morir.
Murieron otros, pero ello aconteció en el pasado.
Que es la estación (nadie lo ignora) más propicia
A la muerte.
¿Es posible que yo, súbdito de Yaqub Almansur, muera como tuvieron que morir las rosas y Aristóteles?
“Obra poética completa”
A fin de cuentas, durante tiempo no fuimos y eso no nos hizo sufrir en modo alguno. Tras la muerte iremos (en el supuesto de que el verbo “ir” sea aquí adecuado) al mismo sitio o ausencia de todo sitio donde estuvimos ( ¿o no estuvimos?) ANTES DE NACER. Lucrecio, el gran discípulo romano del griego Epicureo, Constató este paralelismo en unos versos merecidamente inolvidables:
"Mira también los siglos infinitos
Que han predicho a nuestro nacimiento
Y nada son para la vida nuestra.
Naturaleza en ellos nos ofrece
Como un espejo del futuro tiempo
Por último, después de nuestra muerte.
¿Hay algo aquí de horrible y enfadoso?
¿No es más seguro que un profundo sueño?"
De Rerum Natura”
Inquietarse por los años y los siglos en que ya no estaremos entre los vivos resulta tan caprichoso como preocuparse por los años y los siglos que aún no habíamos venido al mundo. Ni antes nos dolió no estar ni es razonable suponer que luego nos dolerá definitiva ausencia. En el fondo, cuando la muerte nos hiere a través de la imaginación ¡pobre de mí, todos tan felices disfrutando del sol y del amor, todos menos yo, que ya nunca más, nunca más…!
Es precisamente ahora que todavía estamos vivos. Quizá deberíamos reflexionar un poco más sobre el asombro de haber nacido, que es tan grande como el espantoso asombro de la muerte. Si la muerte es no ser, ya la hemos vencido una vez: EL DÍA QUE NACIMOS.
Es el propio Lucrecio quien habla en su poema filosófico de la mors aetern, la muerte eterna de lo que nunca ha sido ni será. Pues bien, nosotros seremos mortales pero de la muerte eterna ya nos hemos escapado. A esa muerte enorme le hemos robado un cierto tiempo los días, meses o años que hemos vivido, cada instante que seguimos viviendo y ese tiempo pase lo que pase siempre será nuestro, de los triunfalmente nacidos, y nunca suyo, pese a que también debamos luego irremediablemente morir.
Murieron otros, pero ello aconteció en el pasado.
Que es la estación (nadie lo ignora) más propicia
A la muerte.
¿Es posible que yo, súbdito de Yaqub Almansur, muera como tuvieron que morir las rosas y Aristóteles?
“Obra poética completa”
Escrito por: Fernando Savater en "Las preguntas de la vida"
Pdta: Me encanta leer sobre estos temas.




